historia

Basílica del Salvador

El templo de la Basílica del Salvador tiene su origen a raíz del incendio de la Iglesia de “San Miguel de la Compañía”, ocurrido el 8 de diciembre de 1863, en donde murieron cerca de 2000 personas. Estaba ubicado en la esquina de las actuales calles Compañía y Bandera, donde hoy se encuentran los Jardines del Congreso Nacional. En 1864, el entonces Arzobispo de Santiago, Rafael Valentín Valdivieso firma la ordenanza para la edificación de una Basílica destinada al “Salvador del mundo”. El diseño de la Basílica se le encomienda al arquitecto alemán Teodoro Burchard, quien creará un edificio de proporciones monumentales. Sus dimensiones son 98 mts. de largo por 37 mts. de ancho y una altura interior de 30 mts, contando con capacidad para cinco mil personas.

Además de su importancia como patrimonio artístico y arquitectónico, la Basílica del Salvador tiene un gran arraigo en la vida religiosa y cívica de Chile. Recién iniciada su construcción, se desata la Guerra del Pacífico, con el consiguiente retardo en las obras, producto de la falta de recursos por el esfuerzo bélico. Pero la guerra tuvo un segundo e importante impacto en la Basílica. Monseñor Mariano Casanova hace en 1888 el solemne voto de consagrar la Arquidiócesis de Santiago al Sagrado Corazón de Jesús (que se alojará en la Basílica). Las puertas del altar mayor se construyen con la fundición de cañones de guerra y al término de la guerra del Pacífico (1883), llegarán hasta la Basílica los héroes de la guerra a rendir sus armas y dar gracias por el triunfo.

Este espíritu unitario parece romperse al estallar la Guerra Civil de 1891, pero un año después, en 1892, al concluirse la obra gruesa, llega a la iglesia la imagen de la Virgen del Carmen, con lo que el edificio se convierte en Santuario Nacional y centro del fervor religioso de todas las clases sociales y las diversas tendencias políticas.

En 1900 el Arzobispo de Santiago, Monseñor Mariano Casanova, consagra en este templo, la diócesis de Santiago, al Sagrado Corazón de Jesús. En ese entonces el Arzobispo dijo:

“Cada uno prometemos hacer cuanto nos sea posible por levantar este trono y altar donde se venere vuestro Santísimo Corazón y os pedimos una nueva y preciosa gracia: que seáis siempre, el Salvador de la Iglesia Chilena”.

Entre 1928 y 1945 el arquitecto chileno Josue Smith Solar trabaja en la reconstrucción de la Basílica, y especialmente en la remodelación de la fachada, gravemente afectada por los terremotos de 1906 y 1920.

Un templo es memoria histórica de una comunidad, nos coloca en sintonía con las diversas generaciones de creyentes que han pasado por ellos, de quienes somos continuadores y con los cuales experimentamos una viva comunión. Lamentablemente un sinnúmero de terremotos han dejado el edificio de la Basílica en un estado lamentable, pero afortunadamente, a pesar de todos los desastres naturales, aún sigue en pie y podemos admirar el valor y la belleza de su construcción.

Qué importante es que la ciudad de Santiago sepa reconocer y resguardar una obra arquitectónica notable, más aún si la belleza que expresa, revela una belleza aún mayor que es la fe del pueblo chileno. La fe necesita expresarse a través de la belleza y también la vida ciudadana necesita símbolos donde pueda reencontrar su raíz y su historia. Este templo es un lugar especial donde se realiza una síntesis admirable entre belleza, religiosidad y cultura de Chile.